No hay una sola Eulàlia Borrut Casas. Porque su obra está hecha de prismas diferentes, alguien diría que contrapuestos. Porque sus obras se convierten en ventanas que nos abocan a universos distintos, cada uno con una coherencia interna impresionante. Como Fernando Pessoa escribía desde diferentes personalidades literarias, parece como si Eulàlia Borrut pintase desde diferentes profundidades artísticas. En su poliedro creativo está el universo de la abstracción, y el de la abstracción que se recompone y denuncia las formas concretas con un tratamiento hiperrealista que contrasta con los fondos de sueño. Está también el mundo del retrato conceptual, hecho de cuerpos y expresiones humanas que se conforman simbólicamente como alegorías de nuestro mundo desencajado. Y está la profundidad de la naturaleza, de naranjos que de tan reales resultan una pura evocación natural, una evocación de la luz que madura los frutos y los vuelve una especie de fuego para el corazón. Hay más Eulàlias, pero hay un factor común: la sinceridad artística, un impresionante dominio de la técnica, la voluntad de búsqueda interior y una partitura musical que impregna de ritmo y sensibilidad las cosas representadas, o las cosas que se ocultan tras una abstracción totalmente intencional. Hay una última razón: nada está porque sí, todo está para dar sentido dentro de nuestra mirada.