Las personas no son personas, sino que son ideas. Son un sentimiento languideciente, o la fuerza de unas manos que aman. Tras cada expresión hay una idea que nos cautiva.
Hay ternura y dureza en las formas de un cuerpo. Hay pasión y a la vez desfallecimiento. Hay frustración y alegría. De la fuerza de unas manos, o la conexión eléctrica de un abrazo, al contacto de la ausencia, los cuerpos están. Porque en los cuerpos hay presencia y hay ausencia. Está la nostalgia por lo que no ha sido, la añoranza por lo que fue o el deseo por lo que tal vez nunca será. Y al mismo tiempo está la fuerza del ser, el ser sin ligereza porque reclama una afirmación. Contundencia. Sin condescendencia. Un trazo negro separa lo blanco de lo blanco, como si los cuerpos desgarrasen la blancura infinita. Para ser. Para querer. Para el deseo. Y el ansia.