No son naranjos, sino que son, sobre todo, una idea de la naturaleza que desvela y oculta su profunda fuerza. Son frutos, pero son especialmente la fructificación de la vida esencial. Y en medio, siempre la luz que muestra luz, la luz que nos protege de la oscuridad infinita.
Quizás al principio se sintió atraída por la forma de los naranjos, y otra vez por los almendros. Pero no era la forma del árbol, ni tan solo la dulzura del fruto, lo que ha quedado impregnado en estos cuadros, de una sensibilidad casi extrema. Es la vida que hay detrás de la forma, la idea que subyace al perfil de las hojas, las flores, los frutos. La palpitación de las cosas vivas, es lo que percibimos. Por eso es una naturaleza que brilla de luz, que llora de emoción con lágrimas que gotean por el aire... Nadie podrá negar que son naranjos. Pero los que conectan con un concierto de flauta de Vivaldi, o los que evocan una tarde bajo el aroma de los naranjos en flor.